miércoles, 15 de abril de 2009
17 comentarios :
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El padre del risitas también estuvo en la peña?
ResponderEliminarMuy buen homenaje a estos señores, y gracias por traernos el pasado de nuestro pueblo a través de tu blog.
ResponderEliminarMaría.
el risita tambien era republicano???jaja es clavao
ResponderEliminarel de arriba a la derecha se parece a calderay,jejejea
ResponderEliminarcuidao con el torooo,muuuuuuuuuuuuuuu
ResponderEliminarIllo, os entiendo, ¡hay que ver lo aburrio que estmos este miercoles!
ResponderEliminarsobre to los que trabajais en el ayuntamiento.
ResponderEliminarla pagina deayuntamiento no pone nada del valverde cf, no?
ResponderEliminarAyer en la inauguracion de las jornadas culturales de las asociaciones solo fueron el Cabrujas, el Loro y unos cuantos republicanos que todavia no se habian recogido.
ResponderEliminarQue pena, que poca aceptacion.
retoi por nada , y es que no hay gjk, de toas a toas, via asada por tremon.
ResponderEliminarquien es el pingo?
ResponderEliminarnovedades:
ResponderEliminarel año que viene saldran en semana santa tres marias una veronica y un veronico, se hara un casting enla casita papel a partir del 5 de enero del 2o10. a las 3 y media el sabado. no llegar tarde.
novedades:
ResponderEliminarel año que viene la comparsa de los lucas se llamara:
redoble:
el ocaso
Coño todavia hay republicanos con banderas metidos en la fuente. Ni que hubiese ganao el Madrid la liga, manda güevo.
ResponderEliminarPA QUE TU VEAS SE HABEIS ENTERADOS TODOS MENOS LA PRESA LOCAL.LA QUE NO SE ENTERA DE LO QUE PASA, MAS ALLA DE SU ENTORNO (¡Psoe Facista !)
ResponderEliminarCementerio de guerra
ResponderEliminarNunca os he conocido... Nunca supe
cómo eran vuestros rostros, cuáles fueron
los sueños que acuñábais en la vida
que se os fundió de pronto. Soy de aquellos
herederos del pan hijo del trigo
que abonásteis ayer con vuestros cuerpos,
de los que no han cavado una trinchera,
de los que no han llorado un bombardeo.
Nunca os he conocido y ahora mismo
Me pesan más que a nadie vuestros huesos
Y siento penetrar vuestras ausencias
Como dientes helados de un invierno
Que castiga mi carne
Soy de aquellos
Que no estaban aún, pero yo afirmo
-españoles del polvo y del silencio-
que he estado entre vosotros desde siempre
cubriendo con mi canto vuestros huecos.
Luchábais con un himno en la garganta
para olvidar los ojos de los muertos
y armábais de esperanza los fusiles
para abrir un futuro a sangre y fuego
La vida no tenía otro destino
que arder –firme- en el ara del estruendo
y averigüar el sexo de la muerte
entre algodones de óxidos sangrientos.
Vuestra vida fue un cirio intrascendente,
una llama y no más del gran incendio
que inflamó cada palmo de esta tierra
nacida del azufre del infierno.
¡Morir era la vida…¡ ¡Morir!
El universo
era una nimiedad, un accidente
que podía vencerse con los dedos.
¡Tabla rasa de todo! Un paso al frente
y la vida rodando por el suelo…
Un tambor al redoble, una bandera
alzada, como un grito, contra el viento,
bastaban para unir en un latido
mil corazones y un solo deseo.
Después, el holocausto. Muerte…
Luego
un sol de paz fundió las bayonetas,
volvieron del silencio los jilgueros
y ya no fuísteis mas que gloria oscura
amontonada en el desván de un pueblo.
Nunca os he conocido... Ahora soís sólo
polvo en el polvo gris, bajo este cerro
que, a racimos de flores, va olvidando
que sostiene en su lomo un cementerio.
Y oigo gemir al viento vuestras cruces
como miles de Cristos irredentos:
“Juan… dieciséis del diez del treinta y siete”…
“Pablo, Antonio, Guzmán”…
¡Ya soís el tiempo!
(Del poemario “Oficio de tristezas”, 1980)
RAMÓN GRAELLS BOFILL (España)
ResponderEliminarLa voz del barro íbero
Yo soy del barro indómito de España.
Corre una patria estricta por mis venas
que es parca en trigo, pródiga en guadañas
y enemiga solar de las cadenas.
Surcos hay en sus campos y en mi frente
donde alguien sembró sal. Por eso habito
la soledad de España y de su grito,
y odio al silencio que no es transparente.
De barro ibero soy... Barro infinito
que va, como la muerte, de hombre en hombre
y hasta de sangre en sangre algunas veces;
barro que va del alma hasta las heces
calcinando la voz del que lo nombre.
Barro soy de una España en paradoja
donde a las mismas puertas de la usura,
niños de ojos manchados de hambre roja
hurgan en mi dolor y en la basura.
Tierra donde la ira es un ejemplo,
donde la envidia está santificada,
donde la espada es cruz, la cruz espada,
donde aún hay mercaderes en el templo.
Tierra soy de una tierra condenada
a tener tantos muertos como palmos,
barro de un pueblo que es fuego sonoro,
de un pueblo que a la muerte llama toro
y confunde la guerra con los salmos.
Pueblo de alma a la vez cristiana y mora
donde las penas son guitarras lentas,
pueblo que canta y reza y ríe y llora
y combate a cuchillo las tormentas.
Tierra donde la vid brota sombría
sobre el yermo rebelde y abrasado,
donde el sudor herrumbra hasta el arado,
donde la espiga al sol de sed se hastía.
Tierra de rojo vino huracanado
que desmorona espumas de tristeza;
tierra de altos alcázares y escombros
donde el hombre lleva sobre los hombros
un corazón en vez de una cabeza.
¡Estoy hecho de España!... Un barro ibero
navega por mi sangre, ata mis brazos,
traspasa mi estructura por entero
y estalla por mi boca hecha pedazos.
Barro solar, barro definitivo,
barro que sueño y lloro y bebo y canto,
barro cuya oleada duele tanto
como la vida amarga en la que vivo.
Barro forjado en luz de húmedo llanto,
inevitable barro de horma extraña
que nubla mi garganta de alfileres...
Y de tanto gritar amaneceres,
están roncas de luz mi voz y España.
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A la soledad de un mal de amor
Ven a mi soledad... que no hay espejos
en donde no me mire yo sin verte,
que es oscura la luz cuando te marchas
y sabe a pan el hambre cuando vienes...
Ven a mi soledad... Que tu palabra
descerraje el silencio para siempre,
que el arado temprano de tus besos
ponga un sueño de surcos en mi frente.
¡Ven a poblar la casa en que no habito
y aventa la ceniza de mis sienes,
que no quiero esperar toda una vida
a que se llame como tú la muerte...!
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Soliloquio
¿De qué te habrá hecho Dios, soledad mía?
¿De qué te habrá hecho Dios? Cuando se apague
la tarde, tú serás en la tiniebla
una gota de luz en que buscarme.
Yo no sé si serás, soledad mía,
la dulce hermana del silencio grave.
¿Qué tendrás? ¿Qué tendrás que me hablas siempre
cuando ya nunca nadie quiere hablarme?
¡Qué breve es la llamada del camino!
¡Qué breve el peso frágil de mi carne!
Más allá de mis noches no hay reposo;
más allá de la vida... ¿quién lo sabe?
Soledad, soledad, en ti me pierdo
para buscar mi lumbre en tus instantes.
Espero. espero siempre. Y en mi espera
dispuse un hueco para ti en mi nave.
Y cuando surque yo el mar de la muerte
y el postrer aire azote mi velamen,
nada querré contigo en la otra orilla:
contigo, soledad... ¡tengo bastante!
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El desolado
A pesar de la luz, mi oscuro paso
amordaza la calle, y se asegura
un lívido color de sepultura
a la serena lumbre del ocaso.
De sombra en sombra voy. Silencio. Acaso
quiera el dolor hablarme de la altura
de Dios... pero la soledad perdura
mientras habito el tedio del fracaso.
Y se cumple la noche. Todo pesa
inútilmente ya. La voz no acierta
a poblar la agonía en que me inmolo.
Dios... ¡sólo Dios!! La soledad no cesa
Y en la sombra de una página muerta
escrito queda ya que estuve solo...
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A la soledad de una espiga
¡Escuchad el lamento de la espiga
que desgrana su pena entre los vientos!
¿No veis que está llorando eternamente
porque anhela ser pan de todo un pueblo?
El trigo que amanece de la tierra
no quiere ser esclavo en su granero;
quiere esparcir su oro entre las gentes,
quiere ser -sin frontera- un mar abierto.
¡Mirad a la espiga que se rebela
contra la casta hostil del privilegio!
¡Mirad como su canto altivo hiere
la pálida aflicción de los almendros!
El llanto del trigal dorado, azota
la paz lacia y furtiva del sendero;
pronto caerá la espiga, degollada
por la fría guadaña del silencio...
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“Antes yo necesitaba sentarme para pensar.
Ahora pienso de camino”.
J. Ortega y Gasset
A la soledad de los romeros
¡Y pensar que la piedra nunca muere!
¡Y pensar que el camino que nos lleva
no muere nunca, ¡no! Pero nosotros,
nosotros somos casi como hiedra,
como hiedra fugaz que escala un muro
y al llegar a lo alto, ya está seca.
Nos alumbra la vida. Poco a poco
nos sabe todo a lágrima y a tierra.
Si el andar nos fatiga, no cedemos
aunque nos abra el mundo alguna puerta.
Maldecimos la sed, y no bebemos;
desdeñamos las fuentes de agua fresca.
Ignoramos el río, pero el alma
se nos queda bebiendo en la ribera.
Buscamos techo en nuestra propia carne
porque es la soledad la que consuela
nuestro llanto marchito de esperanzas,
nuestra cosecha absurda de horas muertas.
Y el alma se nos abre al horizonte
cansada de soñar que ya no sueña.
¡Y pensar que la piedra nunca muere!
¡Y pensar que el camino es siempre ausencia!
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A la soledad de la muerte
Una tristeza oscura se deshace en mi cuerpo
cansado de ser tierra sobre tierra. Y a veces,
un otoño de sueños caídos como hojas
navegan por mi frente, nevándome las sienes.
De noche aprendo estrellas, por no aprender las dudas
que me pueblan el tiempo. Y el alba, nuevamente,
me augura que ya falta vivir un alba menos
para ser sólo tierra bajo tierra por siempre.
Y yo cierro los ojos y me miro hacia adentro
y sueño las secretas certezas de la muerte.
Sólo el alma pregunta con la voz del silencio
por qué esa vieja muerte que mata nunca muere...
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Casa de soledad
Otoño. Soledad. Siempre lo mismo.
Nada nuevo sucede en esta casa.
Un hombre vive en ella. (Eso parece
si llamamos vivir a ver el alba
cada día). Es un hombre como muchos:
ya sabe que la noche siempre es larga
y le abate los hombros. Ríe poco
y odia la soledad porque le mancha.
Las manos se le enfrían muchas veces
y, a menudo, su frente derrotada
se le inclina hacia el barro. Nadie sabe
que sólo algún milagro le rescata.
Otoño. Soledad. Un hombre vive
a golpes de milagro. La palabra
se le ahoga en los labios cuando quiere
gritar para poblar de voz su casa.
Rompe su verso claro en la ceniza
de un ayer que aún le nubla la mirada,
y en su voz se averigua un libro abierto
siempre en la misma y desolada página.
Un hombre. Soledad. Punto y aparte.
Nada nuevo sucede en esta casa
donde la puerta queda siempre abierta,
donde sólo la vida está cerrada,
donde el silencio escribe en las paredes:
Otoño
Soledad.
¡Esto no es nada...!
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A la soledad de un soldado sin nombre
¡Madre, cómo se venía
abajo la madrugada!
Tenía veinte años mozos
ardorosos como brasas,
una bandera en la frente,
una mujer en el alma...
Su nombre, madre, su nombre
lo ocultó el tiempo en la nada.
¡Madre, que no sé su nombre!
Madre... ¿Cómo le llamaban?
Se despertaron los trigos
con un roncar de granadas;
el aire se puso negro,
las amapolas sangraban.
¡Madre, cómo se venía
abajo la madrugada!
¿Silencio? ¡No hubo silencio!
Sólo un tronar de metralla.
Sus veinte abriles de lirio
los mordió un beso de bala.
El rocío fresco, madre,
quiso lavarle la llaga.
¡Toda su carne tenía
llantos de púrpura y nácar!
Mudo le quedó el fusil
entre las manos crispadas.
¡Con una mirada, madre,
se llevó la madrugada!
No quiso mirar atrás
por no ver qué se dejaba.
Sus labios rezaron, lívidos,
el nombre de una gitana,
¡ay!, y se quedó dormido
como la luna en la charca!
Los juncos, amedrentados,
lloraban, madre, lloraban...
La muerte se lo llevó
en su carreta enlutada
y en el olivar, quedose
vagando, anónima, un alma.
¡Madre, qué pronto se vino
abajo la madrugada
Quiero dejaros estos poemas,como mi homenaje particular,estan copiados y pegados de:
www.poesiahispana.com/ramongraells.htm - 87k
ANTONIO DS.
Desde IZQUIERDA UNIDA.