sábado, 27 de noviembre de 2010

Valverdeños por el mundo. Kabul

Héroes de Kabul

Nos adentramos de la mano de José María Andrade en una misteriosa ciudad de oriente

















KABUL



Por José María Andrade Carrero



Mi nombre es Zahida, tengo 12 años y soy original de Kabul. Esas fueron sus primeras palabras cuando la conocí, frases que permanecen en la mente de una niña que vive inmersa en el miedo y que está rodeada de periodistas y militares extranjeros embaucados por la belleza de sus ojos y de su rostro…





Fue un encuentro casual, caminaba por la capital Afgana observando los restos de una ciudad que ha encadenado guerra tras guerra durante muchos años y ha sido dominada por distintos países (Unión Soviética, Inglaterra, Irán). Cuando uno percibe tal debacle analiza qué riqueza han obtenido los países invasores, ¿merecía la pena esa declaración de poder?. Y sobre todo, cuánto ha perdido la ciudad o país dominado, pérdida total de su identidad, de su riqueza, de sus RAICES.



Todo huele a tragedia, edificios viejos y rotos, automóviles obsoletos, vestimenta añeja y descolorida, pero mis ojos se volcaban en las personas, en sus rostros, necesitaba oler su estado de ánimo, su reacción a tantas tragedias encadenadas.



La miré y sonreí, era un placer contemplar esa excelsa belleza, destilar esos ojos verdes miel y sobre todo catar cuanto se escondía bajo sus excitantes ojos; me acerqué discretamente, de forma elegante, y me situé a su lado; permanecimos varios minutos a un escaso metro, sin mirarnos; mi mente había absorbido esa belleza sobrenatural y su sufrimiento, el sufrimiento de UNA GUERRA.



Pronto llegó su madre, acudía nerviosa, excitada de ver a su niña junto a un extranjero. Permanecí callado, contemplando esa escena de reencuentro y una vez que ese nerviosismo se apaciguó, marcharon a su hogar.



No me apetecía ver nada más, solo reflexionar sobre el sufrimiento de un país en guerra y sobre todo reflexionar sobre esa niña, su pasado, su presente y SU FUTURO.
Caminé imbuido en mi mismo hasta el rio Kabul y en el lecho de ese rio me senté. No necesitaba sentir nada más sobre la ciudad, mamé en unas horas la histeria general, la dejadez, el pasotismo de quien no puede hacer nada por alentarse, motivarse y mejorar las perspectivas de futuro propias y ajenas.



Me inundaba de la claridad del agua, de la pausa que aporta la corriente de un rio, pero añoraba la fuerza del mar y de un radiante sol, en realidad echaba de menos a un héroe nacional que les devolviera la alegría, su riqueza y su IDENTIDAD PROPIA, y para mí héroes no son los que se llaman así, los que manejan armas o gritan o sacan el pecho. Héroes son los que mantienen la calma en medio de la locura, la decencia cuando parece que da igual la corrupción, las buenas maneras cuando reina la brutalidad. Héroe es quien hace bien lo que tiene que hacer, quien tiene un gesto de generosidad o ternura, quien alivia en algo el dolor…



Afganistán es un país machista (las niñas están obligadas desde pequeñas a raparse el pelo por las innumerables ventajas y oportunidades de lo masculino), lleno del odio que generan las guerras, sin identidad, sin riqueza, sin seguridad, inundado de bombas subterráneas, inundado de MIEDO.



Tras reposar mi mente y mi corazón, me levanté y me perdí en la ciudad, tarareando esta canción:



Camina y canta la niña de la mano
De alguien perdido como un espectro sellado
Que se dejó guardadas las esquinas vencidas
En cajas en sótanos de pura memoria
Para dejar su juventud en el deseo de otros



Es necesario alguien con mucha personalidad, con mucha rabia, alguien con una fuerza descomunal que les devuelva su identidad y riqueza, es necesario un HERÓE.

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