César Palanco Yaque
Arrastrado por la enorme crisis en el sector de la construcción este jóven valverdeño emigró hasta Rumanía de la mano de la empresa sevillana Azvi. Desde allí Jesús Copeiro ha recopilado esta historia
Es Valverde (es noticia).- Si le interesa la noticia en el siguiente enlace para desarrolarla en mayor profundidad y para ver más grande la foto. (leer más)
Valverdeños por el mundo, por Jesús Copeiro
Nació en Huelva el 24 de febrero de 1982. Su padre Aurelio Palanco es valverdeño y su madre Rosa Mª Yaque de Isla Cristina, profesores ambos ya jubilados del José Nogales y del Menéndez Pelayo, respectivamente. Nuestro protagonista es ingeniero industrial por la Universidad Politécnica de Huelva y tras diversos trabajos recaló en AZVI, una empresa sevillana. Debido a la fuerte crisis en el sector de la construcción se paralizaron muchas obras en España -afirma César Palanco- y en mayo de 2011 me ofrecieron la posibilidad de ir a Rumanía.
Calafat
Llegué a Rumanía el 1 de mayo de 2011, aterricé en Bucarest y estuve tres días en la ciudad. Me llamó la atención el respeto y el cariño con que me recibieron los compañeros rumanos, siendo muy serviciales y cordiales; el desarrollo y auge que tenía esta ciudad totalmente desconocida para mí; el colorido un tanto apagado con sus días nublados y fríos; y sobre todo la diferencia en cuanto a la comida y a la falta de persianas.
Esto era quizá lo único que no llevaba bien, pues muchas mañanas despertaba con la claridad solar, acostumbrado a la oscuridad de los hogares en España. Mi destino fue Calafat, un pueblo al sur de Rumanía, a orillas del Danubio, en la frontera con Bulgaria. El camino desde Bucarest se hizo muy largo, tardamos cuatro horas y media en coche. Es una zona deprimida de 17.000 habitantes, donde la mayoría vive de la agricultura, del ganado propio y de la poca industria textil que ha quedado. A pesar de lo humilde de la región, pude apreciar en sus habitantes una fortaleza digna de admirar para afrontar la situación y la dureza del invierno.
A modo de anécdota, me llamó la atención la cantidad de cuervos negros que hay en la zona. Construimos un nudo de carreteras, con dos viaductos y dos estructuras, y un tramo de ferrocarril. A destacar la colaboración y amistad que hubo en el equipo de obra, entre españoles y rumanos. Al finalizar el trabajo quedábamos para organizar barbacoas, jugar al fútbol o hacer turismo algunos fines de semana. Aprovechamos también su situación fronteriza para visitar Bulgaria y Serbia. Incluso hicimos un viaje en barco por el Danubio. Rumanía sorprende por su riqueza paisajística natural. Transilvania es una región rica en bosques y paisajes de película. Ciudades como Sighisoara con sus rasgos medievales, Sibiu con sus plazas “Mare si mica”, Brasov con su estilo moderno y su magnifica estación de esquí y Sinaia con sus valles y sus puertos de montaña, deben de ser parada obligada para cualquier viajero que se preste. Un fin de semana fuimos al monte Peleaga, en Transilvania y nos perdimos en el bosque después de hacer 20 km de subidas y bajadas, nos nevó en la cumbre y tuvimos que refugiarnos en una cabaña con los de salvamento. Por cierto, la noche antes hubo un oso rondando la cabaña, según contaron.
Constanta
En abril de 2012, al año de mi llegada, nos adjudicaron una obra cerca de Constanta, en el Mar Negro. Se trataba de un parque eólico. Constanta es una de las ciudades más grandes del país y es por su playa un lugar de veraneo. Posee una zona llamada Mamaia con un magnifico paseo marítimo, infinidad de hoteles, chiringuitos y restaurantes, incluso puedes pasear en telecabina o darte un baño en un parque acuático cercano a la playa. Numerosas discotecas y pubs a pie de playa amenizan las calurosas noches de verano. Constanta posee un gran puerto internacional de mercancías que guarda cierta similitud con el de Algeciras. Posee también un puerto deportivo y edificios singulares, como el casino. No lejos se halla el delta del Danubio, una reserva natural protegida de gran valor ecológico. El clima suele ser bastante duro en invierno.
El año pasado alcanzamos -27º, pero las viviendas están aquí mejor acondicionadas que en España. Sólo lo pasas mal cuando estás fuera, en la calle. De todas formas no es un frío húmedo, con unas cuantas capas de abrigo se soporta. Lo peor: los ojos, la nariz y la cara, y el que puedas pasarte un mes sin ver el sol. En verano, por el contrario, las temperaturas son altas. La moneda oficial es el leu dividido en 100 bani. Un euro equivale a 4,36 leus y fluctúa poco.
Idioma y amistades
Casi todos los españoles que conozco están relacionados con la construcción. Somos un grupo de unos 15 o 20, en su mayoría andaluces. La mayoría de los amigos rumanos son compañeros de la empresa o conocidos de algunas subcontratas. Algunos de ellos hablan muy bien español, pues han estado en nuestro país cuando había trabajo en la construcción en los años de bonanza y ahora han vuelto debido a la crisis. El rumano suele ser muy sociable. Con la gente me entiendo en inglés, rumano y español. Aquí no doblan las películas, las subtitulan, eso ha contribuido a que la mayoría domine el inglés. Por otro lado, hay muchos que conocen nuestro idioma. En el tiempo que llevo, he aprendido a expresarme con frases y palabras básicas, en rumano. Por ello, en realidad podría decir que me defiendo con un idioma, mezclando los tres según el contexto. Si tuviera que discernir cual es el que más uso, diría que el inglés por el trabajo y en la calle, el rumano y el español.
Actualmente resido en Bucarest, una ciudad que no es famosa por su belleza, pero tiene lugares interesantes como el Palacio del Pueblo o el fabuloso Parque Herastrau. La inmensa mayoría de las chicas rumanas son rubias de pelo claro, delgadas y altas, de ojos azules generalmente. Suelen ser muy guapas y saben explotar sus virtudes dedicando horas enteras en centros de belleza. A un sector de Bucarest le interesa mucho la cultura, van al teatro, a la ópera y a conciertos de música clásica.
Gastronomía
La vida es barata en los pueblos, pero en las grandes ciudades es similar a la de España. En los restaurantes de la capital el menú diario esta en torno a los ocho euros, aunque siempre tienes la posibilidad de ir a establecimientos de comida rápida o darte algún capricho en algún libanés o italiano. Incluso tenemos un par de bares de comida española. Entre los platos típicos rumanos están: la ciorba (una sopa de legumbres, pollo o ternera que viene muy bien en invierno para hacer frente al frío), el sarmale (carne picada envuelta en hojas de col), el cascaval pane (queso empanado frito) y la mamaliga (pan de maíz).
Rumanía tiene buenos vinos, incluso algunos han sido premiados a nivel internacional, una de las marcas más conocidas es Mutfarlar. Entre los licores rumanos hay que destacar la tuica, aguardiente de ciruela con una graduación muy elevada; la palinca característica del norte de Transilvania, obtenida por destilación de ciruelas, albaricoques y peras; y el rachiu, aguardiente de orujo. Cuando hay confianza, te ofrecen en sus propias casas este tipo de licores. Se toman antes de comer, lo que contribuye a que el ambiente sea mucho más alegre y la comida resulte más amena. La cerveza es una de las bebidas más consumidas.
Despedida
Acabamos de empezar una obra de ferrocarril de mayor magnitud en Sighisoara, en el centro del país y me he trasladado a la ciudad de Medias, una región vinícola y de producción de gas natural. Estamos rehabilitando una vía antigua y construyendo una nueva. Algunos fines de semana viajo a España o viene mi familia a verme a Rumanía. Mi pareja, valverdeña y maestra, pasa aquí conmigo sus vacaciones. Afrontamos el futuro con ilusión y con la esperanza de que la difícil situación cambie pronto.
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Nació en Huelva el 24 de febrero de 1982. Su padre Aurelio Palanco es valverdeño y su madre Rosa Mª Yaque de Isla Cristina, profesores ambos ya jubilados del José Nogales y del Menéndez Pelayo, respectivamente. Nuestro protagonista es ingeniero industrial por la Universidad Politécnica de Huelva y tras diversos trabajos recaló en AZVI, una empresa sevillana. Debido a la fuerte crisis en el sector de la construcción se paralizaron muchas obras en España -afirma César Palanco- y en mayo de 2011 me ofrecieron la posibilidad de ir a Rumanía.
Calafat
Llegué a Rumanía el 1 de mayo de 2011, aterricé en Bucarest y estuve tres días en la ciudad. Me llamó la atención el respeto y el cariño con que me recibieron los compañeros rumanos, siendo muy serviciales y cordiales; el desarrollo y auge que tenía esta ciudad totalmente desconocida para mí; el colorido un tanto apagado con sus días nublados y fríos; y sobre todo la diferencia en cuanto a la comida y a la falta de persianas.
Esto era quizá lo único que no llevaba bien, pues muchas mañanas despertaba con la claridad solar, acostumbrado a la oscuridad de los hogares en España. Mi destino fue Calafat, un pueblo al sur de Rumanía, a orillas del Danubio, en la frontera con Bulgaria. El camino desde Bucarest se hizo muy largo, tardamos cuatro horas y media en coche. Es una zona deprimida de 17.000 habitantes, donde la mayoría vive de la agricultura, del ganado propio y de la poca industria textil que ha quedado. A pesar de lo humilde de la región, pude apreciar en sus habitantes una fortaleza digna de admirar para afrontar la situación y la dureza del invierno.
A modo de anécdota, me llamó la atención la cantidad de cuervos negros que hay en la zona. Construimos un nudo de carreteras, con dos viaductos y dos estructuras, y un tramo de ferrocarril. A destacar la colaboración y amistad que hubo en el equipo de obra, entre españoles y rumanos. Al finalizar el trabajo quedábamos para organizar barbacoas, jugar al fútbol o hacer turismo algunos fines de semana. Aprovechamos también su situación fronteriza para visitar Bulgaria y Serbia. Incluso hicimos un viaje en barco por el Danubio. Rumanía sorprende por su riqueza paisajística natural. Transilvania es una región rica en bosques y paisajes de película. Ciudades como Sighisoara con sus rasgos medievales, Sibiu con sus plazas “Mare si mica”, Brasov con su estilo moderno y su magnifica estación de esquí y Sinaia con sus valles y sus puertos de montaña, deben de ser parada obligada para cualquier viajero que se preste. Un fin de semana fuimos al monte Peleaga, en Transilvania y nos perdimos en el bosque después de hacer 20 km de subidas y bajadas, nos nevó en la cumbre y tuvimos que refugiarnos en una cabaña con los de salvamento. Por cierto, la noche antes hubo un oso rondando la cabaña, según contaron.
Constanta
En abril de 2012, al año de mi llegada, nos adjudicaron una obra cerca de Constanta, en el Mar Negro. Se trataba de un parque eólico. Constanta es una de las ciudades más grandes del país y es por su playa un lugar de veraneo. Posee una zona llamada Mamaia con un magnifico paseo marítimo, infinidad de hoteles, chiringuitos y restaurantes, incluso puedes pasear en telecabina o darte un baño en un parque acuático cercano a la playa. Numerosas discotecas y pubs a pie de playa amenizan las calurosas noches de verano. Constanta posee un gran puerto internacional de mercancías que guarda cierta similitud con el de Algeciras. Posee también un puerto deportivo y edificios singulares, como el casino. No lejos se halla el delta del Danubio, una reserva natural protegida de gran valor ecológico. El clima suele ser bastante duro en invierno.
El año pasado alcanzamos -27º, pero las viviendas están aquí mejor acondicionadas que en España. Sólo lo pasas mal cuando estás fuera, en la calle. De todas formas no es un frío húmedo, con unas cuantas capas de abrigo se soporta. Lo peor: los ojos, la nariz y la cara, y el que puedas pasarte un mes sin ver el sol. En verano, por el contrario, las temperaturas son altas. La moneda oficial es el leu dividido en 100 bani. Un euro equivale a 4,36 leus y fluctúa poco.
Idioma y amistades
Casi todos los españoles que conozco están relacionados con la construcción. Somos un grupo de unos 15 o 20, en su mayoría andaluces. La mayoría de los amigos rumanos son compañeros de la empresa o conocidos de algunas subcontratas. Algunos de ellos hablan muy bien español, pues han estado en nuestro país cuando había trabajo en la construcción en los años de bonanza y ahora han vuelto debido a la crisis. El rumano suele ser muy sociable. Con la gente me entiendo en inglés, rumano y español. Aquí no doblan las películas, las subtitulan, eso ha contribuido a que la mayoría domine el inglés. Por otro lado, hay muchos que conocen nuestro idioma. En el tiempo que llevo, he aprendido a expresarme con frases y palabras básicas, en rumano. Por ello, en realidad podría decir que me defiendo con un idioma, mezclando los tres según el contexto. Si tuviera que discernir cual es el que más uso, diría que el inglés por el trabajo y en la calle, el rumano y el español.
Actualmente resido en Bucarest, una ciudad que no es famosa por su belleza, pero tiene lugares interesantes como el Palacio del Pueblo o el fabuloso Parque Herastrau. La inmensa mayoría de las chicas rumanas son rubias de pelo claro, delgadas y altas, de ojos azules generalmente. Suelen ser muy guapas y saben explotar sus virtudes dedicando horas enteras en centros de belleza. A un sector de Bucarest le interesa mucho la cultura, van al teatro, a la ópera y a conciertos de música clásica.
Gastronomía
La vida es barata en los pueblos, pero en las grandes ciudades es similar a la de España. En los restaurantes de la capital el menú diario esta en torno a los ocho euros, aunque siempre tienes la posibilidad de ir a establecimientos de comida rápida o darte algún capricho en algún libanés o italiano. Incluso tenemos un par de bares de comida española. Entre los platos típicos rumanos están: la ciorba (una sopa de legumbres, pollo o ternera que viene muy bien en invierno para hacer frente al frío), el sarmale (carne picada envuelta en hojas de col), el cascaval pane (queso empanado frito) y la mamaliga (pan de maíz).
Rumanía tiene buenos vinos, incluso algunos han sido premiados a nivel internacional, una de las marcas más conocidas es Mutfarlar. Entre los licores rumanos hay que destacar la tuica, aguardiente de ciruela con una graduación muy elevada; la palinca característica del norte de Transilvania, obtenida por destilación de ciruelas, albaricoques y peras; y el rachiu, aguardiente de orujo. Cuando hay confianza, te ofrecen en sus propias casas este tipo de licores. Se toman antes de comer, lo que contribuye a que el ambiente sea mucho más alegre y la comida resulte más amena. La cerveza es una de las bebidas más consumidas.
Despedida
Acabamos de empezar una obra de ferrocarril de mayor magnitud en Sighisoara, en el centro del país y me he trasladado a la ciudad de Medias, una región vinícola y de producción de gas natural. Estamos rehabilitando una vía antigua y construyendo una nueva. Algunos fines de semana viajo a España o viene mi familia a verme a Rumanía. Mi pareja, valverdeña y maestra, pasa aquí conmigo sus vacaciones. Afrontamos el futuro con ilusión y con la esperanza de que la difícil situación cambie pronto.
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