viernes, 27 de julio de 2012

Valverdeños por el mundo. Concha Rico II

Concha Rico

Traemos al blog la segunda entrega de la vida de la valverdeña Concha Rico emigrada a Australia en los años 60, un relato de Jesús Copeiro

Es Valverde (es noticia).- Concha Rico relata su vida de casada en Sydney y concluye que aunque no regresará ya más a Valverde no nos olvida. (leer más)

Texto y Fotos Jesús Ramírez Copeiro del Villar

De doméstica interna a doméstica externa

El padre Tierney, que sabía cuatro palabras y media de español -continúa Concha Rico- nos fue nombrando una a una y presentando a las señoras con las que íbamos a trabajar como domésticas internas. Las señoras llegaban con sus coches y sus sombreros. Cuando supe quien era la mía, me acerqué a su coche con mis dos maletas, una con cuatro trapos y otra llena de libros. En el trayecto a su casa sólo pude entender que tenía siete bambinos. Ay Dios mío, pensé, aunque la sonreí por respuesta. Mi señora australiana era de pequeña estatura y de familia muy religiosa, me llevó a Pymble, un barrio residencial a diez millas al norte de la ciudad.



El marido era abogado, católicos ambos. Les puse como condición la de poder ir a misa de siete todas las mañanas. La comida no me gustaba pues se cocinaba con grasa y olía fatal. En mi vida planché tanto, me quemé los brazos y tuvieron que curarme en el hospital. Era una señora amable pero teníamos el problema del idioma y no nos entendíamos. Los domingos teníamos libre, así que las españolas íbamos a oír misa a la catedral católica, junto a Hyde Park, un precioso parque y a la salida llorábamos juntas nuestras penas. Al despedirnos nos sentíamos más contentas.

La lengua era un gran problema y aunque la gente era amable con nosotras, no entendíamos nada y se nos hacía cuesta arriba. Lloramos mucho y nos tragamos las lágrimas. Nos sentíamos solas, no se oía hablar español. Parecía todo tan triste y tan solitario…George Street, que hoy es tan ruidosa y bonita, en aquel tiempo era un cementerio. La comida en la calle era sobre todo fish and chips, pero el olorcillo… que nada, a pasar hambre otra vez. Agarré una anemia. Una amiga se comió en una tienda un kilo de plátanos. Otra nos contaba que encontró unas latas en el armario de la casa…y era la comida del perro.

La emigración fue dura, pero todo menos volverme. Hubo unas pocas que regresaron a España, pero tenías que pagar el viaje de vuelta y una se preguntaba ¿cuándo voy yo a juntar para eso? Me cambié varias veces de familia, todas nos cambiamos. Ponto dejamos las casas y nos fuimos a vivir por nuestra cuenta, alquilando entre varias unos pisos muy antiguos en el centro de la ciudad, al que no le faltaba una cosa le faltaba otra.

Eso sí, todos tenían baño, aunque para calentar el agua había que meter peniques en el calentador. Yo vivía con Pilar Moreno y otras dos chicas gallegas, una de ellas me enseñó a hacer caldo gallego y me vino muy bien al casarme luego con un galleguiño. Nos organizábamos para cocinar y como éramos jóvenes nos reíamos de las calamidades. Poníamos tres libras cada una a la semana y con eso teníamos para el piso y para comer. Trabajamos como asistentas en casas australianas y nos pagaban cinco chelines a la hora.

El club español de Sidney

Recuerdo que Pilar Moreno, desde Australia, me escribía a Valverde antes de salir yo para allá y me decía “Aquí la soledad está a la orden del día, hay que buscar algo, a ver si podemos fundar un club”. Pilar seguía con ese empeño, conseguir un centro donde pudiéramos juntarnos todos los españoles. Y al año de nuestra llegada, en septiembre de 1962, abrimos nuestro Club Español, en el 88 de la céntrica Liverpool Street ¡Ya teníamos un rincón donde poder expresarnos a gusto y para cantar y para comer! Un filipino de origen español, apellidado Pérez de Lasala, era el dueño del edificio y nos ayudó, siendo su primer presidente.

Con el tiempo fueron llegando las bodas, muchas gracias a nuestro Club que era el lugar de los encuentros. A mi marido, Gustavo Trevín Díaz, nacido en Puente Nuevo-Goyos (Lugo), en 1926, gallego de pocas palabras y unos ojos grises impresionantes, me lo presentó otro español. Me sacó a bailar y en la conversación me dijo que se quería volver a España. Yo también, le dije. Y mira, nos marchamos juntos a la Vicaría. Nos casamos el 20 de febrero de 1965 en la iglesia de Paddington, el mismo año en que se cambió la libra por el dólar australiano. Las bodas eran oficiadas por el padre Rico, un cura valenciano y el lugar de la celebración fue nuestro Club, el mejor del mundo.

Al club no le faltaba nada, tenía licencia de licores, restaurante de comida española, biblioteca, guardería, máquinas tragaperras, se creó un club juvenil y hacíamos rifas. Abría todos los días y había bailes los fines de semana. En la misma calle Liverpool se fueron aglutinando poco a poco restaurantes españoles, que dieron vida a la zona, mostrando nuestra cultura y costumbres. Nació así un Spanish quarter o barrio español, en el mismo corazón de Sidney, incluso se celebraba el Día de la Hispanidad. En nuestra visita al histórico Club Español para tomar unos refrescos, nos causó grata impresión este gran y bello edificio declarado patrimonio arquitectónico de la ciudad.

Pero se encontraba muy vacío, tan sólo en un rincón jugaban tres jubilados a la baraja. Un encargado uruguayo y un camarero hondureño nos dijeron que los viernes se daban allí clases de español y clase de salsa los miércoles y también los viernes. En el vestíbulo había un cuadro de Las Meninas y sendas placas con la visita de los reyes a Sidney en 1998 y del príncipe Felipe en el 2000. También vimos una placa muy borrosa con nombres de presidentes y socios fundadores.

En una sala anexa había máquinas tragaperras, el restaurante con amplia carta de cocina española estaba en el piso superior y en el tercer piso la sala de baile. En la misma Liverpool Street vimos además tres restaurantes españoles: Capitán Torres, La Tapa Alegre y La Casa Asturiana. Desgraciadamente la calle ha decaído y perdido el esplendor español que tuvo antaño.

El comercio Pellegrini

Antes de casarme estuve trabajando en Pellegrini, un comercio católico de italianos, el primer comercio católico que hubo en Australia. Allí vendían libros de texto para las escuelas, trajes de primera comunión y de bautizo, imágenes religiosas, etc. Me pusieron a limpiar con un trapo el polvito a los santos y luego iba a trabajar a un restaurante que tenían para el personal y las visitas.

Mi marido trabajaba en la construcción, pero al ponerse el conserje de Pellegrini enfermo ocupó su lugar y tuvo que ponerse traje y corbata. Le exigieron que supiera conducir para usar los coches de los dueños y eso también lo superó. De esta forma tuvimos resuelto el problema de la vivienda, ya que el edificio tenía un apartamento en el último piso y estaba vacío. Allí estuvimos veinticinco años, hasta la jubilación.

Pellegrini estaba en George Street, en el corazón de la ciudad y muy cerca del Club Español, por lo que de allí mandaban a nuestra casa a españoles en apuros, para que les ayudáramos. Si llegaban en demanda de trabajo y eran mujeres, las buscaba un hotel conocido para limpiar habitaciones y si eran hombres, mi esposo los buscaba empleo en la construcción. A veces tenían que ir al médico, y yo las acompañaba y ayudaba tan contenta.

Periódico y emisora de radio

Fundamos también un periódico y una emisora de radio. Por fin, en aquellos tiempos en que no había nada, teníamos un club, una emisora de radio y un periódico. Todo nació merced al esfuerzo de la comunidad española, especialmente de Pilar Moreno y de Concha Rico. Tuvimos buenos tiempos y a todo había que prestar dedicación, pero al hacernos mayores y cortarse la emigración española, hubo que dar paso a jóvenes emigrantes sudamericanos que se integraron en las tres actividades.

Este periódico, El español en Australia, el más antiguo de la prensa de habla hispana, fue fundado en 1963. Es semanal y sale los martes. En él se pueden leer noticias de España y de la mayoría de los países sudamericanos, en especial de Uruguay, Argentina y Chile, las tres naciones de habla española que aportan mayor número de emigrantes a Australia.

La emisora se denomina actualmente Radio Austral y emite para la comunidad de habla hispana de Sidney. Cuando sintonicé esta emisora un domingo por la tarde, había un concurso de palabras dirigido por un locutor argentino y los anuncios que escuché hacían referencia a peluquerías, farmacias, restaurantes y tiendas de apellidos españoles.

De Concha Rico a Concha Trevín

Aquí me llaman Concha Trevín. Con la emigración vine como Concha Rico, pero al casarme con Gustavo, tomé su apellido. En el pasaporte australiano figuro como Concha Trevín Rico. Estoy nacionalizada australiana. Yo no podía tener hijos a causa de un fibroma, me tuvieron que operar y como deseábamos adoptar una niña, nos hicimos los dos australianos, pero mantuvimos también nuestro pasaporte español. De hecho sigo con la doble nacionalidad.


Nuestra hija Ana María nació el 17 de enero de 1970 en Sidney y la adoptamos con cuatro semanas, sus padres biológicos eran escoceses. Hoy día es enfermera de quirófano, está casada con Brendan Donnellan, sargento de policía de origen irlandés y tengo dos nietos, Laura de 13 años y Oliver de 11, a los que adoro y que me hacen feliz cuando vienen a verme.

El club de la tercera edad

El 23 de agosto de 1992 fundamos también el Club de la 3ª edad, una rama del Club Español, siendo Pilar Moreno su presidenta y yo la secretaria. Hemos llegado a ser unos 500, pero en la actualidad somos 100. Nos reunimos en un local del gobierno australiano, los miércoles y los viernes, es casi nuestra segunda casa. Allí nos juntamos las viudas (yo perdí a Gustavo el 19 de noviembre de 2002), matrimonios españoles y también matrimonios mixtos. Pilar Moreno se casó con un vasco, Juan Otaegui, fallecidos ambos.El Club está en el 565 de George Street. En el vestíbulo del edificio, un conserje nos hizo rellenar una ficha con nuestros datos para poder pasar. En el 4º piso nos esperaba Concha, sentada con una amiga valenciana. Un grupo de hombres jugaba al dominó y las mujeres se entretenían con las cartas. Concha es allí imprescindible y como suele decirse “es parte del mobiliario”. A una de mis preguntas, Concha respondió con gracia: Entre nosotros los mayores no hay discusiones políticas, lo que hay es reuma. De nuevo los españoles están marchando a Australia, pero es una emigración diferente a la de hace cincuenta años.

Llegan hablando el idioma y con una titulación académica. Muchos son familias con niños. Unos van expatriados con empresas españolas y otros se colocan allí o ejercen profesiones liberales. Mantienen el contacto entre ellos y se reúnen los sábados para hacer senderismo por los bosques y bahías que circundan Sidney, al igual que hacen los propios australianos.

El 12 de marzo de 2008 el cónsul general de España en Sidney, Enrique Sardá, impuso la Cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Católica, a Concha Rico, en reconocimiento a su labor en ayuda y apoyo de los emigrantes españoles, toda una vida de trabajo desinteresado dedicado al Spanish Club. No me arrepiento, trabajo y sigo trabajando, dice esta charlatana, optimista, luchadora, simpática y generosa mujer que es Concha, a pesar de sus casi 86 años.



Despedida

El cambio que hemos dado a Australia, los españoles, los italianos, los griegos, ha sido enorme. También nosotras, desde nuestra llegada a Sidney el 21 de octubre de 1961, nos enriquecimos de experiencia. Concha Rico vino a Valverde dos veces en esos cincuenta años, en 1972 y en 1992. No volverá ya, pero manda recuerdos a sus amigas Irene Alcaría y Petra Hidalgo, también a sus primos Petra y Ángel. Al despedirnos nos dijo: Recuerdos para todos en Valverde y hasta para la Torre.

1 comentario :

  1. Al leer este articulo no he podido evitar que se me salten las lagrimas, ya que soi hijo de emigrantes y he nacido fuera de españa concretamente en alemania, me he imaginado, todo lo que pasaron mi familia, muchas veces me cuentan anecdotas y la verdad es que es gracioso pero tambien ñasaron calamidades muchas pero bueno lo mejor es que aun puedan contarlo un saludo.

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