jueves, 8 de agosto de 2013

Valverdeños en Italia (II). Consuelo Romero Lorca

Consuelo Romero en Italia

Esta jóven valverdeña decidió ir a ciudad eterna impulsada por un profesor de sus estudios de Historia del Arte, allí conoció a su actual pareja y lleva dos años viviendo, así nos lo narra gracias al trabajo de Jesús Copeiro

Es Valverde (es noticia).- Vuelvo a Valverde a menudo aunque sea para achuchar a mi familia y tomarme una cervecita en la plaza porque afortunadamente la distancia me lo permite. (leer más)

Valverdeños en Italia (II). Consuelo Romero Lorca

por Jesús Ramírez Copeiro

Nació en Huelva el 19 de marzo de 1987, donde sus padres el zalameño José Romero y la valverdeña MariPat Lorca residían. A los ocho años se trasladó a Valverde y allí vivió hasta los quince años pues quería estudiar en Huelva. Desde muy jovencita sintió la necesidad de volar y descubrir el mundo. Tras diversas peripecias estudiantiles con cambio de ciudad y de carrera incluida, acabó en Sevilla estudiando Historia del Arte. Cuando hacía tercero obtuvo una beca Erasmus para cursar un año académico en Roma.



Roma

He de decir que venirme a Roma fue, desde segundo de carrera un sueño -dice Consuelo Romero- pues hubo un profesor de Arte Barroco que me hizo amar esta ciudad aún sin conocerla, y yo, que soy una romántica empedernida, metí mis sueños en una maleta (bueno en tres para ser exactos) y me trasladé a la ciudad eterna (la città eterna). Mis sueños, un poco de incertidumbre y yo, nos instalamos en una modesta habitación del barrio universitario de la ciudad, que se llama San Lorenzo y... desde el primer día sentí que Roma era mi casa. Luego conocí a Daniele Bellesso un chico veneciano afincado aquí. Él es mi pareja, con quien proyecto mi vida y comparto mis ilusiones. Y el año se ha convertido en tres y espero y deseo que muchos más porque yo estoy muy feliz aquí.

Roma es una ciudad muy particular y llena de contradicciones. Por ejemplo es desordenada, ruidosa, está llena de “guiris” y de turistas de todas las nacionalidades; las calles están rotas y a veces está sucia y descuidada; hace un calor húmedo en verano y más frío de la cuenta en invierno; hay muchísima intensidad de tráfico y contiene la monarquía absolutista más pequeña del mundo en su interior (con todo lo que eso implica). Pero Roma es también y sobre todo para mí, el sol que entra por mi ventana y me ilumina la casa; es pasear y de pronto ¡zas! estás de frente al Coliseo y retrocedes de golpe al siglo I para pasear entre las magníficas ruinas del Foro Romano y el Palatino, entre templos y palacios que un tiempo conformaron el corazón de la civilización a la que debemos en tan gran medida, nuestra propia historia y parte de nuestra identidad. Y luego, subes al Capitolio y ¡zas de nuevo! Ahora, la máquina del tiempo que es Roma te transporta al siglo XVI con Miguel Ángel y siempre paseando, llegas al corazón de Roma, al barroco, a la explosión de las formas, de la exuberancia y de la sensualidad que los romanos aún conservan como un tesoro. Roma es también Plaza Nabona, Caravaggio, el papa polaco, el papa alemán y el papa argentino y antes que todos ellos es el papa, da igual de donde; Roma es el aperitivo después del trabajo que sustituye (a la italiana, claro está) a nuestra cervecita y las tapas; Roma es una ciudad eterna donde conviven la vida diaria de la sociedad del siglo XXI, la historia que niega a caer en el olvido manteniéndose dignamente erguida y la leyenda que rodea cada esquina, plaza o callejuela.

Los italianos

Los italianos y en particular los romanos, son mucho de mantener las formas. Es cierto, es parte de ese lenguaje barroco que la decadencia no sólo no ha conseguido borrar, sino que ellos lo fomentan y lo defienden. Sin duda, son el último bastión del hombre barroco. Fíjate como serán que, cuando llegué pensé que tenían la nariz muy grande y ahora lo que pienso es que no es que la suya sea grande, sino ¡la nuestra es una nariz pequeña! y es que tienen mucha labia, son retóricos y gesticulan muchísimo (debo decirte que se pega porque yo cuando hablo italiano comienzo a gesticular como ellos).




Y es que los italianos pueden ser muchas cosas, pero cuando escriben, son muy educados. Mantienen aún un cuidado aparente de las formas que es más que una costumbre, una obligación social. Y usan su bellísima lengua con muchísima propiedad. Pero el idioma hace que sea maravilloso escucharlos como te quieren vender la moto. Vivir en Italia te hace activar los mecanismos de alerta, eso de “este tío me está liando” y “me la quiere colar el caradura este, oye”.

Es muy divertido conocer al italiano de a pie, que es igual al italiano de clase alta pero con menos dinero y un coche Fiat Punto o Panda. Son muy simpáticos, tienen un punto descarado y cercano. Son bromistas, exagerados, remolones, presumidos (ellos más que ellas), les cuesta arrancar y les encanta hacerse los misteriosos. Es siempre parte de ese mecanismo barroco de teatralidad que se respira en esta ciudad. Ellos lo llamarían “fascino”. Son abiertos, sociables y están siempre dispuestos a charlar y a que les cuentes lo bonita que es España. Los españoles les caemos muy bien, nos consideran extrovertidos y muy amigables. En realidad compartimos algunas facetas de nuestro carácter con ellos. Cuando me preguntan, suelo decir que los italianos y los españoles somos primos hermanos. Y también son, como lo hemos sido y los seguimos siendo hoy en día nosotros, un pueblo de gente trabajadora que no duda en marcharse si hay necesidad para buscarse un futuro fuera aunque el corazón lo dejan a mitad, en Roma o en Valverde del Camino.

Trabajar y estudiar

En estos tres años a parte de analizar a la sociedad italo-romana que tanto me desespera y me encanta al mismo tiempo, he hecho muchísimas cosas. Sobre todo y de lo que más orgullosa me siento, he terminado por fin mis estudios. Los he terminado en España viviendo, estudiando y trabajando aquí. Un poco más complicado de lo normal y por eso me ha llevado más tiempo del previsto, pero todo ese tiempo lo he ganado sin duda en maduración personal y en experiencia adquirida. He trabajado sobre todo en el mundo del turismo. Como guía turística, como guía de correos (acompañando grupos de turistas por Europa e Italia); he trabajado en una agencia de viajes y dando clases de español como no podía faltar. Así, me he ido creando un círculo de amigos muy variopinto, españoles de distintos lugares, italianos del sur, del norte y del centro. Y tengo una amiga rusa y una india. ¡No me puedo quejar de la compañía! Ahora que puedo dedicarme al cien por cien a mi carrera profesional, sigo abriéndome camino en el mundo del turismo, con diferentes proyectos que poco a poco van tomando forma. Y es que aquí he descubierto que me apasiona este sector.



Vivo en un barrio muy lejos del centro en la zona más alejada y por ende, una de las más pobres. Pero es un barrio estupendo. Conozco asiáticos, africanos y algún que otro romano del barrio de toda la vida. Con estos últimos te mondas de risa porque te ponen en contacto con la Roma profunda, con la cultura del pueblo, con la gente llana, los refranes y los dichos, la vulgaridad, el humor, la espontaneidad y el afecto rudo y genuino que llevan dentro.

Un recuerdo

Como tan bien sabéis y sufrís allí, esta maldita crisis está golpeando con fuerza también a Italia y las cosas no son lo que eran hace un par de años. Se comienzan a ver los estragos de la inestabilidad económica a esta parte del Mediterráneo. Pero no quiero despedirme con un regusto amargo en la boca. Mis abuelos maternos eran Gustavo Lorca Malavé y Angeles Calero Parreño (mi abuela tenía una peluquería y mi abuelo trabajaba entre otras cosas, con Zarza como representante después de la guerra), ellos son mis ángeles de la guarda. Mi abuela me ha enseñado muchísimas cosas. Me ha transmitido una gran sabiduría de la que ahora hago uso todos los días, consejos y experiencia que me acompañan. A ella y a los abuelos de muchos como yo, les tocaron tiempos mucho peores y supieron salir. Hay que aprender de esta y no perder jamás la esperanza, mientras tanto aquí o allí, seguimos luchando todos los días con una sonrisa en los labios.

Además, vuelvo a menudo a casa aunque sea para achuchar a mi familia y tomarme una cervecita en la plaza porque afortunadamente la distancia me lo permite. (volver a página principal)

1 comentario :

  1. Gran reportaje Consuelo, me alegra que te vaya todo tan bien por allí.
    Un abrazo,

    Luis Zarza

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