Opinión de José Antonio Gómez Marín

Un miserable a sueldo

El periodista Gómez Marín responde a las descalificaciones vertidas contra él por Francisco Rodríguez

Es Valverde (es noticia).- Los hechos sucedieron en el Ayuntamiento, donde se debatía la moción del PP de nombrar a Gómez Marín hijo adoptivo (leer más)

UN MISERABLE A SUELDO

JOSÉ ANTONIO GÓMEZ MARÍN

La iniciativa de mi amiga Loles López, la más que prometedora diputada autonómica y concejal del Ayuntamiento de Valverde del Camino, me ha jugado con la mejor intención la mala pasada de proponerme al Pleno como hijo adoptivo de ese pueblo del que, efectivamente, proceden mis antepasados por ambas ramas familiares, desde hace siglos. ¡A quién se le ocurre! Nunca en mi ajetreada vida se me ha vituperado como lo ha hecho, ante la aquiescencia de un alcalde recién aterrizado y patente rehén de su mentor, el politiquillo miserable que se encaramó al poder --¡y a la nómina, y a lo que no es la nómina!—a cambio de traicionar a IU, destrozar su asamblea local y entregarse con armas y bagajes al PSOE declinante que acababa de perder la mayoría absoluta, a cambio, eso sí, de un sueldazo que ni soñado en la Diputación primero y en el Ayuntamiento después. Un tal Donaire, conocido por Paco Rincón, delineante me parece, y tránsfuga consumado, cómplice de todas las trapacerías políticas de la casa y comensal de la famosa mariscada cuyo pago dicen que fue endosado al Ayuntamiento utilizando una factura falsa que jamás se consintió investigar a la Oposición.

No entro en detalles. Comprenderán que uno tiene cosas mejores que hacer que replicar a un mentecato sinvergonzón, trinconcete acreditado de quien echan pestes sus ex –camaradas y se ríe medio pueblo y la mitad del otro medio viéndolo pavonearse en su eterna condición de lacayo y segundón dispuesto a cargar con las peores tareas. Y no sólo porque sus acusaciones me resbalen en su insignificancia sino porque lo que me resulta más alarmante no es su enemiga --que en cierto modo, me honra—sino lo que su triste y sucio papel supone: la pérdida absoluta de dignidad por parte de un Ayuntamiento prácticamente en quiebra, que ha renunciado a ejercer la relación política en términos de respeto y dignidad, confundiendo el insulto con la contundencia crítica y, por descontado, renunciando, desde su incapacidad moral y también política, a medirse de igual a igual con los que considera adversarios.

Ni les digo lo que me ha dicho ese imbécil porque no merece la pena. Eso sí, me hace un favor sin saberlo porque lo último que yo hubiera querido es compartir el homenaje valverdeño de la adopción con el juez Garzón, designado este año para ese honor por haber ejercido brevemente de juez en el pueblo sin ninguna notoriedad, que se sepa. Y no me hubiera gustado no por razones personales –pues es público y notorio que con él he mantenido buenas relaciones tanto cuando metía en la cárcel a los ministros de González y designaba a éste como “el Señor X” del GAL, como cuando actuó en sentido diametralmente opuesto – sino porque me parece que no es éste el momento de homenajearlo a no ser que se trate de desafiar incivilmente al Poder Judicial que lo acaba de echar de su cargo como imputado en tres procesos penales. Para tipos como el Donaire que nos ocupa, esa decisión debe de carecer de importancia, dado que el interés partidista prima ante todo, aunque otra cosa opine, por ejemplo, el ex-ministro Barrionuevo, y aunque el Ayuntamiento de Valverde, que ha tenido un cuarto de siglo para hacerle ese homenaje al juez, elija este delicado momento para perpetrarlo, repitiendo el gesto insensato de la demostración ante la cárcel de Guadalajara sólo que dándole la vuelta para ensalzar ahora al juez que entonces se insultaba.

Este Rincón o como se llame es de esos que cifran el progresismo y la izquierda en pasearse fumando en medio de una misa o en elevar el diapasón rastrero a la hora de descalificar a quien los descubre. ¿Qué podía esperarse que dijera de mí sino las borderías ruines que ha dicho? Ni siquiera voy a guardarle rencor, palabra, porque bien sé que hay que ser indulgentes con los estómagos agradecidos. Sólo diré algo en relación sobre su desdén ante mi curriculum: que él ya no tendrá tiempo, haga lo que haga, de verme la matrícula siquiera. Ni él, ni su ex ni su actual alcalde juntos. Por lo demás, no sabe ese mercenario tragacigalas que acaba de concederme, sublimado en el afecto de tantos valverdeños, esa naturaleza honoraria de Hijo Adoptivo con que ingenuamente proponía honrarme mi amiga Loles.
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