Marta Vizcaíno, una voluntaria valverdeña en el epicentro de la recuperación del gran desastre
Reportaje en el diario EL MUNDO, cuando se cumple una década desde la catástrofe que dejó unos 230.000 muertos. Marta es enfermera y fue una de las miles de voluntarias que atendieron a los heridosEs Valverde (es noticia).-
Fuente EL MUNDO
Estas Navidades se cumplen 10 años del tsunami que arrasó la costa del Océano Índico. 10 años desde que el agua arrollase ciudades enteras para dejarlas reducidas a escombros y cadáveres. Durante semanas, las imágenes del desastre, de las víctimas, los supervivientes desorientados que buscaban la ayuda de los equipos internacionales, y en definitiva, del caos que lo llenaba todo, se intercalaron con los ineludibles reportajes sobre las uvas de Nochevieja y las compras de Navidad.
Marta Vizcaíno fue una más entre los miles de voluntarios que acudieron a la llamada de una catástrofe que dejó alrededor de 230.000 muertos. Con 24 años, esta enfermera de Sevilla -que actualmente estudia Medicina- estaba haciendo un máster en emergencias y catástrofes, donde nada más conocerse la noticia les ofrecieron acudir como parte de un equipo coordinado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).
De esta forma, el 27 de diciembre, solo un día después del terremoto, Marta y un equipo de 26 personas más salieron desde Madrid con destino a la isla de Sumatra (Indonesia). Allí estuvieron unos días atrapados en Mena, la capital de la isla, y cuando por fin la vorágine lo permitió volaron hasta Banda Aceh, el epicentro mismo del desastre.
Al igual que en la escena final de Lo imposible -película con la que, según cuenta Marta, "me emocioné lo más grande"- donde se ve la imagen de la ruina total de una ciudad observada desde el avión, 10 años después recuerda que "lo más impactante fue ver todo destrozado desde el aire".
Una vez en la zona cero del tsunami, buscaron un edificio superviviente en el que poder instalarse. Cuando ya el grupo de bomberos con el que viajaban dio el visto bueno, entre todos limpiaron el agua que había inundado la primera planta y parte de la segunda, e instalaron una zona de supervivencia arriba y otra de almacén abajo. "Montamos unos PMdA (puestos médicos avanzados) y les dimos publicidad para que los locales supieran que allí había asistencia sanitaria, ya que por aquel momento éramos los primeros que estábamos en la zona", cuenta Marta.
El problema es que el lugar donde se instalaron era tan sumamente cercano al epicentro del tsunami -Banda Aceh está a unos cinco kilómetros de la costa- que Marta y su equipo no tenían a quién atender. "En esa zona todos habían muerto, no había supervivientes. Llegaba algún paciente pero muy de vez en cuando", cuenta.
Con semejante panorama, decidieron dividirse. Una parte del equipo se fue hacia el aeropuerto, que era donde los helicópteros de Estados Unidos estaban trayendo a los supervivientes que habían quedado atrapados en zonas inaccesibles. "Estaba todo organizado por nacionalidades: los japoneses buscaban a las víctimas, y cuando veían un cuerpo ponían una bandera roja. Después, los chinos iban bandera por bandera recuperando los cuerpos", rememora.
Ellos atendían a los heridos que llegaban en los helicópteros. "Principalmente eran curas de amputaciones, de heridas traumáticas, y mucha limpieza quirúrgica. También había bastante traumatología por fracturas óseas, y alguna infección respiratoria", explica Marta.
Una década más tarde, aunque los recuerdos se han reposado, para quienes estuvieron allí no es difícil rememorar las sensaciones de aquellos días de ruina y destrozos. "¿Qué es lo que más se me ha quedado? Recuerdo las filas de cadáveres tapados con bolsas negras", cuenta Marta. En cuanto a los que habían sobrevivido, cuenta que todos "tenían las miradas perdidas, estaban como en otro mundo". A Marta se le quedó grabada especialmente una mujer que se le acercó y, en un charco en el suelo -"un charco que era como un vaso de agua derramado",- se puso a buscar a sus hijos dentro y a preguntarle si los había visto.
Tampoco se olvida del miedo. "Me acojoné muchísimo con los terremotos", explica. Especialmente fuerte fue uno que les pilló de madrugada: "Me desperté y vi a muchísima gente corriendo de un lado para otro en la habitación donde todos dormíamos", cuenta. A partir de entonces, desde España les dijeron que si alguno quería volver, existía la posibilidad. "Pero ninguno nos fuimos", dice.
Desde aquellas dos semanas de invierno de 2004 en las que estuvo atendiendo a heridos y comprobando de primera mano qué era la destrucción más absoluta, Marta no ha vuelvo a Indonesia. Ha estado dos veces en Tailandia, otro de los países altamente afectados por el tsunami, pero haciendo turismo.
Lo que sí que ha hecho ha sido continuar su labor de cooperante. "Pero ya no me voy con el politiqueo -aclara- porque aquella vez vi un despilfarro de dinero público tremendo". Durante el tiempo que ha pasado desde su primera misión en Banda Aceh, y mientras estudiaba medicina, Marta ha estado con las Salesianas dos veces en Maputo (Kenia) y tres en Wau (Sudán del Sur). "Ellas están realmente donde hay que estar", dice.
ESTOS SON LOS GESTOS QUE HACEN GRANDE A UNA PERSONA,
ResponderEliminarya se que se llama marta vizcaino , pero sigo sin saber quien es , me gustaria conocer sus rsices , y si no a ella , al meno poder felicitar a los suyos por su labor
ResponderEliminarde la familia que regenta de hace muchos años Farmacia Vizcaíno de la calle Real de Arriba.
EliminarSaludos.