lunes, 24 de noviembre de 2014

Valverde por el Mundo. México

Fernando Cruz Vera, un valverdeño en México

La situación de incertidumbre que se vive en España, las escasas oportunidades de trabajo y el deseo de poder enfrentarme a nuevas experiencias profesionales y personales, hicieron que a finales del año 2012 nos planteásemos vivir en México.

Es Valverde (es noticia).-

Valverde por el Mundo. México
Por Jesús Ramírez Copeiro

Nace el 21 de octubre de 1980 en Huelva, donde vivió durante sus primeros doce años hasta que sus padres valverdeños, Fernando Cruz (Servicio de Gestión Tributaria) y Josefa Mª Vera, se trasladaron a Valverde. Terminó la EGB en el Menéndez, el bachillerato en el Diego Angulo y se licenció en Psicopedagogía en la Universidad de Huelva. Aunque, nunca tuve una predilección especial por dedicarme a la enseñanza y a la intervención psicosocial -afirma Fernando Cruz- poco a poco fui descubriendo una vocación hasta entonces desconocida. Durante cuatro años trabajé como educador con adolescentes en riesgo y luego ocupé el puesto de coordinador. En 2006 conocí a la que hoy en día es mi mujer, Ana Patricia, originaria de Guadalajara (Jalisco, México). Durante casi siete años residimos en Huelva y en ese tiempo fuimos de vacaciones a México, por lo que mi relación con este país nació mucho antes de que decidiera vivir aquí.

Trabajo en México

La situación de incertidumbre que se vive en España, las escasas oportunidades de trabajo y el deseo de poder enfrentarme a nuevas experiencias profesionales y personales, hicieron que a finales del año 2012 nos planteásemos vivir en México. Mi mujer llegó aquí en abril de 2013. Pronto encontró trabajo y a finales de junio dejé mi trabajo en Huelva para ir junto a ella. Llegué al aeropuerto de Guadalajara el 24 de junio de 2013. En un principio fuimos a vivir a casa de mis suegros, mientras arreglaba mis permisos de residencia y de trabajo, y encontraba una ocupación.



Foto 1: Fernando Cruz Vera en Guadalajara (México), 2014

Los primeros meses no fueron fáciles. El permiso de residencia lo obtuve al mes y medio de estar aquí, mientras tanto estuve como turista. Y en marzo de 2014 obtuve el permiso de trabajo, tras muchos y largos trámites. Durante ese tiempo estuve trabajando en un colegio de primaria, sin contrato, ni permisos, ni nada de nada. Al principio creía no poder encajar, echaba de menos mi labor en España, y sobre todo trabajar con adolescentes y familias. Pero poco a poco fui haciéndome al grupo, y el grupo haciéndose a mí, lo que permitió ampliar mis conocimientos y experiencias en la rama de la enseñanza.



Foto 2: Con sus compañeras de trabajo en el Hogar Cabañas

Mientras trabajaba en el colegio y los fines de semana en un restaurante español, participé en el proceso de selección en un importante centro de menores perteneciente al gobierno del Estado. Me esperaron seis meses hasta que pude conseguir el permiso de trabajo legal en México, incluso me ofertaron poder ostentar la plaza de coordinador/supervisor de internado. El 1 de abril empecé a formar parte del Hogar Cabañas, una institución con algo más de dos siglos de tradición. Incluso el edificio, conocido como “Hospicio Cabañas”, que durante años acogió a niños y niñas desamparados, forma parte de los edificios emblemáticos de Guadalajara, convertido hoy día en museo y escuela de arte.

Actualmente hemos alquilado un pequeño apartamento cerca de mi trabajo. Después de catorce meses, que no han sido fáciles, parece que comienzo a asentarme en esta ciudad.

Guadalajara

Guadalajara es la segunda ciudad del país, su área metropolitana ronda los seis millones de habitantes y dentro de ella, residimos en el municipio de Zapopan. Los fines de semana salimos a comer, a beber y a disfrutar de la noche tapatía (gentilicio de los que viven en Guadalajara). De vez en cuando visitamos Tequila, un pueblito emblemático del estado de Jalisco, conocido principalmente por su tradición tequilera y sus paisajes agaveros, planta de donde se extrae el licor. De allí es oriunda la familia de mi mujer. Resulta un pueblo turístico, uno de los más representativos del país: cuna del tequila, del mariachi y de la charrería.



Foto 3: Fernando Cruz y su esposa Ana Patricia, junto al Teatro Degollado, en la ciudad mexicana de Guadalajara

El tráfico en ocasiones es una locura. Recién llegado pensé en que no manejaría nunca aquí, pero en menos de dos meses me hice con un pequeño coche y me lancé a explorar la ciudad. Con el tiempo descubres que dentro del caos circulatorio existen reglas más o menos explícitas, que una vez conocidas permite moverte con menor dificultad. Guadalajara cuenta con un tren ligero (una especie de metro), que aunque sólo tiene dos líneas, cruza la metrópolis de norte a sur. Los autobuses, conocidos aquí como camiones, conectan todos los puntos de la ciudad, aunque el servicio deja mucho que desear.

Los mejicanos

Los mexicanos son, por lo general, personas agradables, sociales y respetuosas. Desde mi llegada, me sentí aceptado por la comunidad. Tengo que confesar que el hecho de ser español me ha abierto más puertas de las que me ha cerrado. Aquí son un tanto malinchistas (personas que tienen cierta predilección por lo extranjero). Además he observado en algunos españoles y demás europeos cierto aire de superioridad cuando llegan, pero México resulta un gran país y su sociedad, sin malos modos, te coloca en el lugar que corresponde, siempre desde la integración y sin apenas marginación.

De su sociedad, aunque indudablemente hay aspectos a no imitar, hay mucho que aprender. El mexicano suele ser más tranquilo que el europeo, los tiempos son relativos. El hacer algo “luego”, no sólo se refiere a hacer algo más tarde, sino incluso a hacerlo mañana, pasado o dentro de dos o tres semanas. La paciencia aquí es una gran virtud y aunque en ocasiones pueda resultar una postura conformista, es necesaria para vivir en este lugar.

México es un lugar de grandes contrastes. Quien gana poco, gana muy poco y quien gana mucho, gana demasiado. El paisaje de la ciudad cambia notablemente según la zona en la que te mueves. Sin muchos recursos, gran parte de la población vive más o menos feliz, viven mucho más el hoy. Se festeja todo y por todo. Se observa un toque muy clasista en la sociedad tapatía. Hay aspectos de la cultura mexicana que me recuerdan a la andaluza.



Foto 4: En la localidad de San Pedro de Tlaquepaque (Jalisco)

Añoranza

No fue fácil dejar atrás amigos, compañeros y un trabajo que ya suponían gran parte de mi vida, y sobre todo y principalmente a mi familia (padres, abuela, tíos y primos). Que aunque mantengo contacto diario con ellos, no veo la hora de poder volver a verlos, pero espero hacerlo pronto. Es curioso, una de las cosas que más me gustó de México, durante los años que venía de vacaciones, eran sus platillos. Pero una vez aquí, cada día echo más en falta la comida española, incluso anhelo la que menos me gustaba.

En definitiva, es un país que merece la pena conocer y el hecho de vivir aquí te rompe muchos tópicos que desde allá mantenemos sobre México. Desde aquí extiendo la invitación para conocer México y en concreto, Jalisco y Guadalajara, a todo paisano que se anime a hacerlo.


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